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martes, 26 de enero de 2010

EL PODER DE UNA SONRISA



-¿Cómo es posible que nadie se de cuenta? Acaso soy invisible.
Marga se pasaba horas machacando su cabeza con esta y otras cuestiones, no entendía el porqué. Andaba por las calles y nadie la miraba, iba a su trabajo y era como si no existiese .¿ estaré muerta?...se tocaba la cara, se pellizcaba los brazos y sólo cuando el dolor hacia acto de presencia, rotunda decía-¡eh, que estoy aquí! No me veis…pero nada, la callada por respuesta era lo único que encontraba. Su cara transformada por momentos se iba poniendo morada, se miró al espejo y un “aggg” salió apenas audible de sus apretados labios, lo que hizo que a su vez un fruncimiento extraño apareciese en su rostro reflejando una fealdad inusitada. -¡que horror!, pensó, no me extraña que nadie me mire con este careto.
Esto no le hizo sentirse mejor, muy al contrario siguió recreándose en su desgraciada vida recriminando al mundo que la rodeaba el no darse cuenta de sus problemas y atenderla como ella se merecía. Se asomó a la ventana y vio pasar a su vecina Tere que hablaba animadamente con otra vecina.
-Hay está la pava esa, mírala siempre con la risita en la boca, parece tonta, no entiendo porqué la gente le tiene que hacer mas caso a ella que a mí. Cerró la cristalera y el corazón le dio un vuelco al verse reflejada en ella.
-Dios, que susto, parece que me haya tragado una cucharada de vinagre. Malhumorada bajó a la calle dispuesta a demostrarse que ella también existía y notó que las pocas personas que la miraban lo hacían con tristeza. Entró a comprar el pan y Josefa la atendió como siempre, sin emoción en la voz ni en la mirada. De repente apareció por  la puerta la Tere y como si una ráfaga de viento entrara en el local todo cambió de manera inmediata. Las voces en la tienda se animaron, Josefa sonreía dispuesta a complacer a los nuevos clientes, y ella allí, con cara de boba y sin entender lo que ocurría en sus propias narices .Miró a su vecina y vio que esta le sonreía dándole los buenos días y notó que por primera vez en mucho tiempo una mueca extraña aparecía en su rostro, su cara intentaba imitar por inercia el gesto que le regalaba Tere y notó que algo extraño le ocurría, de repente se sintió un poco mejor y entendió el gran secreto. Aquella sonrisa fue como una ráfaga de luz en la oscuridad. Miró a Josefa, que sonriente le devolvía el cambio y por primera vez en mucho tiempo sintió que ya no era invisible, acababa de descubrir el poder de un simple gesto y decidió convertirse en alguien más generoso. Al principio le costó, pero poco a poco fue relajando los músculos de su cara permitiéndoles la libertad de mostrar esa poquita de luz que hacia que su paso por la vida fuese más visible y duradero. Porque como decía un viejo proverbio escocés “la sonrisa cuesta menos que la electricidad, pero da más luz.”
                                     

2 comentarios:

Rufi García Nadal dijo...

Muy bello relato y muy real.Tienes toda la razón, pero aveces alguien tiene que poner ese granito de arena para que los musculos de la cara nos regale una sonrisa.
Besos

Adriana Alba dijo...

Lola, gracias por tu visita, tienes un precioso espacio! pasaré a menudo

Que el Ángel de la Creatividad te acompañe siempre!!!