Magia, sincronicidad…son
palabras
hermosas para definir
lo que comúnmente llamaríamos casualidad.
Me encanta
experimentar estos acontecimientos de vez en cuando porque me permiten hacer un
guiño al universo y decirle – gracias, sabes que estoy aquí. A veces, me olvido
de que soy importante para “el”, y eso perjudica seriamente mi salud.
¿Porqué los humanos
necesitamos estar continuamente reforzando nuestras más íntimas creencias? ¿Por
qué nos surgen tantas dudas cuando las respuestas son sencillas y están ahí a
nuestro alcance? Porqué esta ceguera voluntaria. Para negarnos qué.
Menos mal que muy de
vez en cuando, cuando me surgen las dudas recibo una colleja bien dada que me
grita ¡espabila! Y retorno a mi centro, de donde nunca debería salir. Pero soy
humana y agradezco estos momentos de recreo porque me hacen ser más consciente
de aquello que tengo y de mis auténticas necesidades.
Y fíjate que curioso,
que es en los momentos más delicados
donde no participa ni
tu mente, ni tu ego, donde no pones condiciones establecidas,
donde únicamente está
el SER… que de repente aparece esa magia, esa apertura de conciencia que te
lleva a la dimensión simbólica de la vida, a aquella que nos da respuestas y
nos ayuda a solucionar los problemas.
Y lo único que ha
ocurrido es que nos hemos entregado a la vida, que el amor ha hablado dentro de
nosotros. Y es ahí donde aparece esa conexión interna que hace que veamos la
magia, que hace que las sincronicidades empiecen ha formar parte de nuestro
mundo. Porque no hay “que ver para creer “- hay que -“creer para ver “.
De nuevo con vosotros
mis queridos amigos tras un periodo voluntario de descanso que necesitaba para
ordenar y reorganizar otros asuntos. Tengo muchas ganas de visitaros a todos y
retomar esos lazos sutiles que nos unen. Espero que sigáis ahí y que me halláis
echado un poquito de menos jajaja. Yo a vosotros mucho.