Esas mismas que un día cansadas de que huyas de ellas se te
presentan vestidas de negro reclamando su parte de protagonismo. Esas mismas
que ya no puedes esquivar más porque te postran ante ellas para que calles,
escuches y entiendas.
Que aquí no hay vuelta atrás
porque llegó el tiempo de mirar de frente
No hay vuelta atrás porque ante ti tienes el espejo de la
verdad no expresada
Aquella que escondías bajo losas de indiferencia castrando
cualquier atisbo de seguridad.
Y he aquí que en la soledad del lienzo en blanco debes
comenzar a trazar las líneas nuevas.
Ya no hay prisas ni evaluaciones. Por un instante el tiempo
se detuvo para ti. Tu cuerpo, tu voz, tus fuerzas…bajaron el ritmo en un último
intento de ayudar a clarificar el porque de esa angustia que frena todo intento
de acción…
Y ahora dime… ¿qué sientes?
Qué sientes cuando te reconoces en la escena, cuando desde
la distancia que te permite el atisbo de un nuevo horizonte vislumbras una
nueva realidad, esa que también te pertenece por derecho.
No hay nada como la calma de un instante casi onírico para
intuir la profundidad de un sentimiento.
Nada como el sentimiento de abandono total que antecede al
paso firme y asumido de un despertar latente, de un aceptar que la vida, tu
vida, sucede estés o no presente.