Sentía que ya no
podía avanzar más, que el muro de la incertidumbre amenazaba con impedir
continuar el trayecto que se impuso y
decidió rendirse.
Estaba cansada de cargar con el peso de unas circunstancias
que no le pertenecían a pesar de las promesas que hizo aquel día.
El sueño interrumpido de las largas noches no ayudaba a
reconciliarse con aquella sensación de vacío, de soledad.
¿Y ahora qué?, se preguntó de nuevo.
¿Dónde se escondían aquellas ilusiones que le hicieron
implicarse en aquel proyecto?
¿Hacia dónde encaminaría ahora sus pasos?...
Se sorprendió sonriéndose a sí misma al recordar los
principios y en ese instante, en ese preciso instante entendió…
La vida no se detiene ante nada aunque tú necesites
ralentizar el ritmo para observar. No importa el tiempo que te tomes para
respirar tus sueños, lo importante es no dejar de tenerlos porque el horizonte,
siempre estará ahí para ti.
Ya había escuchado esas mismas palabras hacía mucho tiempo,
eran las mismas palabras que le dicto su conciencia cuando decidió poner todas
sus fuerzas, sus ilusiones y su tiempo en aquel bello proyecto de entrega. “su
sueño”. Un sueño, un delirio en los principios que fue tomando fuerza con el
pasar de los días convirtiéndose en un peso que la engulló por completo…y se
asustó.
Eso era, miedo. La cara del miedo que se extendía como una
neblina pesada.
El horizonte sigue estando ahí para mí, se dijo.
Decidió respirar más y mejor aquel sueño que le dio ilusión,
que le dio vida y devolvió a su memoria la razón por la que empezó aquel
proyecto que hoy era una realidad palpable aunque le asustase, aunque a veces,
le pesase.
Y hoy lleva tatuado
un letrero en su corazón que reza; Nunca dejaré de mirar ese horizonte que
siempre, siempre estará ahí para mí.