Hace poco, hubo una persona que me dijo en tono entre
desconfiado y despectivo; -es que tu eres muy espiritual… eso con carita de
guasa y soniquete en su voz.
Imaginaros mi cara. Mi respuesta fue inmediata: -A Dios
gracias, dije yo.
Qué pretendía ¿ofenderme?,
es que aún no lo entiendo. Pues claro que soy muy espiritual, que sería de la
humanidad si la espiritualidad no formase parte de ella.
Precisamente es esa falta de espiritualidad la que nos deja huérfanos
de una inteligencia mucho más poderosa.
Tener o llevar una vida espiritual, no nos pone de espaldas
al mundo, muy al contrario. Nos hace comprender y comprendernos a nosotros
mismos. Nos libera de cadenas dogmáticas involucrándonos en nuestra propia vida
y en el conjunto de la naturaleza.
Da igual que seas laico, religioso o ateo. Es una dimensión
sagrada de todo ser humano.
No somos seres única y exclusivamente pensantes, somos además
seres sintientes, dotados de corazón. Y estas dos cualidades, deben aprender a
ir de la mano.
El mundo es algo profundo y misterioso y yo siento
curiosidad por el. No hemos emergido de la nada y es por eso mismo que no me
conformo con vivir. Anhelo recrearme con la belleza, el arte, la creatividad,
la bondad…En el mundo, nuestro mundo, también hay cosas bellas y me niego a
cerrar los ojos y a no contemplar el misterio de la existencia humana, el
misterio de la naturaleza, esa que nos hace trascender…
Y si, soy un ser que
busca la inteligencia espiritual.