Un manto blanco, inmenso y profundo llena la mirada virgen a
estos paisajes. Intuyo como la luz quiere abrirse paso tímidamente dejando un
color en el aire indescriptible, no hay noche, tampoco día, un paisaje en
blanco y negro.
El reflejo del blanco
inmaculado de la nieve se confunde en el horizonte con el blanco de un cielo
tímido a abrirse y el espectáculo se me sirve en bandeja de plata. Sin apenas
darme cuenta, la oscuridad absoluta se cierne nuevamente en el paisaje.
Los paseos en trineo de renos, de huskis o moto de nieve, se
quedan en mera anécdota frente a la sensación inexplicable que hace que el
corazón se expanda ante el paisaje que tengo ante mi.
El silencio se rompe ante el crujir de la nieve a mi paso y
el aliento se corta para no interrumpir este momento.
Cuando uno viaja a lugares recónditos o poco habituales al
hábitat al que estamos acostumbrados, siempre suele haber fascinación y no dejo
de sorprenderme ante la magnitud y la belleza de este nuestro mundo. Siento que
me convierto en alguien pequeño y dejo que la emoción me embargue cada vez que
evoco los momentos vividos.
La oferta de la distracción viene dada con la compra del
viaje, pero las experiencias, los sentimientos, las sensaciones, eso no es algo
que puedes adquirir a cambio de un billete de ida y vuelta. Eso simplemente se
da si estás dispuesto y abierto a recibir los dones de la vida.
El frio gélido rozando tu rostro, el silencio más extremo,
la soledad del paisaje blanco, inmenso, profundo…ese blanco virgen e impoluto que
ni tan siquiera el aire se atreve a rozar para no romper esa uniformidad suave
y perfecta.
Un brindis con una copa de vino a la orilla de un rio
helado, unas sonrisas sinceras, una conversación que te alegra el alma…todo eso
y mucho más es lo que queda en el recuerdo, lo que estoy segura que perdurará
más allá de las fotografías y los suvenir. Porque al fin y al cabo es de lo que
estamos hechos…de momentos únicos e irrepetibles.
Dejarte sorprender por la vida cuando no creas expectativas, es el mayor
regalo que esta te hace. Por eso hoy solo puede decirle;
“Gracias por
permitirme vivirte”.